Acto de fe

El día que no tenga nada más que decir acabaré de sentirme devastada de la vida, renunciaré a lo que creo y a lo que sueño con todas las fuerzas que tengo.

El día que deje de querer a esas personas maravillosas, el día en que no me importe como despertaron, qué sintieron cuando recorrieron lo desconocido, cuando no quiera escucharlas y observar sus ojos mientras me regalan un momento. Ese día que se acabe el show, que se deshaga el suelo bajo mis pies y caiga el cielo en pedazos.

El día que ya no se cobije el resplandor en mis ojos al ver amanecer, que no aprecie el silencio más que los aullidos del exterior, cuando no me maraville con el inimaginable grado de equilibrio que conforma hasta la más minúscula partícula de este mundo, en ese momento, que me abran en dos y extraigan la esencia de lo que nunca logré ser.

Cuando no me conmueva una lagrima, cuando no logre distinguir lo que transmiten al desbordar el torrente de emociones que emana de mis queridos, despreciados y desconocidos, ese día mejor no ... mejor simplemente no.

En cuanto duerma y ya no sueñe, el día que se sofoque la llama que se enciende con un roce, o con otro, cuando no alcance a formarse un nudo de tripas cuando dicen su nombre, cuando deje de vanagloriar al amor por sobre cualquier cosa en la vida, el día que prefiera el rojo-guerra, el violeta-muerte, el amarillo-hambre, sobre la luz, en ese instante, que se vaya el movimiento, la electricidad majestuosa que desata el pensamiento, que me quiten el alma.

Hago acto de fe que el día "en que simplemente no", será momento de que me busquen bajo tierra, que recorran los profundos mares, búsquenme en el cielo, cierren los ojos y aferrence a la fotografía blanco-negra de esta desaparecida.